
Antes de atender a un paciente es importante definir algo: ¿qué buscaremos en ellos, el problema del que se quejan o un diagnóstico clínico? La diferencia es clave.
En las últimas décadas se ha buscado un diagnóstico, para lo cual los terapeutas han estudiado a profundidad el DSM, el manual de diagnóstico que permite ponerle una etiqueta al paciente.
Pero no siempre fue así. En tiempos de Freud no fue así, se buscaba el mal que tenía el paciente, pero el mal no se confundía con el paciente mismo. Cuando se diagnostica con un nombre del DSM pudiera confundirse la enfermedad con el enfermo, mientras que, en el psicoanálisis y otras terapias recientes, no es así. En la Terapia Narrativa, por ejemplo, está muy claro que el problema es el problema, no la persona que lo padece. También es así en la Terapia Centrada en Soluciones. En ellas no se procura ponerle nombre a nada. La Terapia Narrativa busca recrear la historia del problema, con una nueva narración. La Centrada en Soluciones persigue alternativas conductuales que hagan insignificante el problema.
Cuando tenemos nuestro enfoque claro, al menos en este sentido, sabemos de inmediato si necesitamos tener a mano baterías de pruebas, porque para hacer un diagnóstico, es preciso implementarlos para que tengan validez, mientras que si no nos enfocamos en buscar diagnósticos sino en ayudar al paciente a resolver su problema, o enseñarlo a lidiar con él, no los necesitaremos casi nunca.
En mi práctica clínica puedo ver que, aunque no soy un terapeuta anti DSM, nunca recibo pacientes con diagnósticos clínicos de libro. Por lo que escucho de otros colegas, la norma en el modelo de paciente que se recibe es el de la gente normal con problemas que no encuentra cómo resolver. Esto puede variar en la práctica pública de los hospitales, en donde se reciben pacientes referidos por psiquiatras; en instituciones a las que llegan niños o en donde el profesional ofrece una terapia muy específica para trastornos muy específicos, como es el caso de los terapeutas sexuales.
En último término, lo que importa, como terapeutas, no es tener posturas a favor o en contra del DSM o textos similares, sino estar enfocados en el bienestar de los pacientes, para lo cual, a veces un diagnóstico es bueno y, en otras ocasiones, insignificante o contraproducente. Sepamos elegir.