Coushing, psicología clínica y hábitos

Hace un tiempo dijimos, a través de este blog, que la psicoterapia es una conversación para el cambio. En eso estamos casi todos de acuerdo.

Imaginemos, ahora, que un paciente cualquiera, gracias a esa conversación terapéutica comience a mejorar, a dar pequeños pasos encaminados a su transformación. Que el paciente cambie no será difícil en muchos casos, para mí lo que constituye un verdadero reto es lograr que el cambio se convierta en «hábito», de modo que perdure en el tiempo.

¿Qué resulta extraño o interesante de lo dicho? Que hoy día, mientras los psicólogos estamos aprendiendo a distinguir un trastorno de otro, personas que hacen un curso de tres meses de algo a lo que llaman Life Couching, o simplemente Couching, aprenden con rapidez cómo se crean los hábitos, de un modo tal, que el cambio de las personas que atienden se hace permanente. Si en el universo de las profesiones relacionadas a la conducta debiera alguien saber de hábitos es el psicólogo clínico, porque ahí es donde el psicólogo demuestra que sus conocimientos funcionan, se convierten en realidad y mejoran las vidas de los pacientes.

Por ende, estudiemos todo lo que nos sea posible acerca de los hábitos, de cómo se crean, de cómo se mantienen, de cómo se eliminan, y no nos vamos a arrepentir. Sirva este mensaje para animarnos a estudiar —me refiero a los psicólogos—, no a criticar o quitarle el mérito a los que hacen Couching. Aquí hay espacio para todos.

Naturaleza sistémica de los trastornos

Un asunto que considerar en lo referente a las causas de los problemas psicológicos es su naturaleza sistémica.

Difícilmente un problema con el que llegue un paciente no tiene lazos familiares, «casi» todo termina o comienza en un padre, en una madre, en un abuelo, en una pareja, en un hijo.

Usted deja que el paciente hable y, tarde o temprano, el tema familiar surge. Sabiéndolo, siempre hago un árbol genealógico, aunque no sea durante las primeras citas. La experiencia me ha enseñado que tratar los asuntos familiares con el paciente le ayuda muchísimo a sanar cualquier malestar psicológico que lo afecte, aún cuando, a simple vista, los problemas familiares no sean relevantes.

Haga la prueba. Pregúntele al paciente, cuando lo crea pertinente, por su familia, por la que ha creado o por su familia de procedencia y se sorprenderá.

Las causas humildes del mal

Si es cosa de buscar causas, las humildes, las que parecen insignificantes, debieran tenerse en cuenta en relación con la conducta humana y sus patologías. Me refiero al hambre y la sed, dos de las necesidades básicas del ser humano que, al no ser satisfechas adecuadamente causan un sinnúmero de malestares físicos y psíquicos.

El año pasado atendí una paciente que llegó doblada por un fuerte dolor en la lumbar. El dolor la tenía incapacitada para trabajar y estaba tomando una medicación que no había surtido ningún efecto. En cuanto la vi, le ofrecí un vaso de agua que se bebió con rapidez. Al final de la sesión, le puse como tarea beberse dos litros de agua por día, como mínimo. Al día siguiente la paciente se sentía mejor y tres días después ya no tenía ningún dolor de espalda. Cuando la paciente llegó a la consulta tenía, además de depresión, más de tres días sin beber agua, que ella recordara.

El agua interviene en todos los procesos fisiológicos y el deterioro del cuerpo, por su falta, se nota con rapidez. La deshidratación puede confundirse con depresión, con ansiedad; puede manifestarse como estreñimiento, como enfermedad de la piel, como trastorno sexual y una inmensa cantidad de malestares que se resuelven bebiendo agua y poco más.

La otra causa humilde de malestares físicos y psicológicos es la desnutrición. Como psicólogos no podemos recetar psicofármacos, pero no nos hace falta para ayudar a los pacientes. Todos sabemos la relación que existe entre los bajos niveles de complejo B o de varios nutrientes más en la conducta. No podemos recetar medicamentos controlados, pero sí podemos «recomendar» suplementos nutricionales, si lo consideramos pertinente en el caso particular.

En resumen, observemos o preguntemos al paciente por su alimentación o la cantidad de agua que ha bebido, si sospechamos que alguna de estas causas humildes están ligadas a su malestar psicológico… no todo son traumas que tienen sus raíces en la niñez.

Mis causas y tus consecuencias

Dependiendo de la terapia con la que se elija trabajar, se pretenderá buscar cuál o cuáles son las causas del problema que trae el paciente, entendiendo quizás que, al conocer las causas, pudiera encontrarse la solución junto a ella. El psicoanálisis tiene su esperanza puesta en la idea de que, traer el inconsciente a la presencia del la conciencia, ayuda a resolver los trastornos, las neurosis.

Buscar las causas para ayudar al paciente no siempre es necesario pues, entre otras razones, se puede caer en la trampa de creer que siempre que se dé un fenómeno aparecerá más adelante otro, como el mundo físico, como cuando A produce B, y B a C. En los seres humanos y sus conductas no siempre es así y los sistemas que funcionan de dicho modo, entendiendo que siempre hay una misma causa para una similar consecuencia pudieran, en más de un caso, estar errados.

Los sistemas de causa y consecuencia dejan de lado la libertad humana, por eso se requiere de mucho cuidado cuando le decimos a un paciente que el origen de su problema está en algo en específico. Siempre hay que proponerlo, no imponerlo, y luego ver qué tan cierto es, conversándolo con el paciente.