Lo comprado

He aquí otras paradojas comunes en el hombre de hoy: sentirse eufórico en el momento previo a realizar una compra y, miserable, momentos después; disfrutar la acción de adquirir un bien y, segundos más tarde, despreciar el bien adquirido que, de imprescindible, pasa a ser un estorbo.

Negro

Ahora también resulta que hay viernes negros y que, en los mismos, los precios con los que el comercio marca sus productos, se desploman. Al parecer, según esas leyes que rigen esa cueva platónica a la que llaman mercado, nada desea tanto el ser humano como adquirir los bienes que anhela al menor precio posible. Eso lo desea más que ser feliz porque, vamos, todo el mundo lo sabe, la felicidad es consecuencia directa de la posesión de lo deseado, cuando lo que era ajeno se convierte en mío, porque si no, ¿cómo pudiéramos explicar que toda esa gente ande detrás de tantas cosas como las que hoy se producen y con esa vehemencia propia de los que temen por su vida? ¿O habrá tanta gente estúpida y tan fácil de manipular por los medios y esos habilidosos titiriteros publicistas? Díganme, ¿en qué se ha convertido el ser humano que ha oscurecido un viernes del año y sale en masa a cargar objetos tras la espalda como hormigas granos de arroz? Algún experimento de esos secretos tuvo éxito y se descubrió cómo devolver al hombre a etapas preracionales de su desarrollo. Alguien que me lo explique mejor.

Mal y bien

Gran parte de la literatura actual, en especial esa tildada de “bestselller”, parece escrita por una sola persona. En lugar de fraguarse un espacio por la consecución de un estilo y una buena trama, hay una tendencia a copiar un patrón mil veces utilizado en las series policiales norteamericanas.

Los jóvenes que siguen estos esquemas tienden aferrarse a esa idea divulgada entre los círculos literarios y editoriales de que es el tiempo del verbo, de la acción, de la sangre. En cuanto a la ética, todo es bien o mal, hay un bueno y un malo; en términos políticos, debe evitarse cualquier afirmación que cuestione el sistema imperante. El presidente está, su gabinete reina y nadie se pregunta si debiera haber presidente y lameculos que le dicen un sí a todo lo que salga de su boca.

No somos mejores que nadie, pero no pensamos seguir el juego del mariapalito, el de mimetizarnos en el tronco para evitar la muerte, el acecho del depredador. Todos lo sabemos, en cuestiones literarias la muerte es un bien y la redundancia un…, la redundancia un…, la redundancia un…