El puertoplateño no existe

El hombre no existe. Es una abstracción que nos facilita la comunicación. Existen Juan, Pedro, María y sus hermanos. El puertoplateño tampoco existe, por igual. Los que existen son esos Juan, Pedro, María y sus hermanos. Todos esos que hoy copan los medios de comunicación criticando con palabras vulgares, con absoluta falta de respeto a ese grupo de individuos que se encaminó a la playa para colocar allí una cruz -poniendo en peligro sus vidas y las de los demás, sin duda alguna-, dejan en un vacío ignominioso a todos los juanes, pedros y marías, que son muchísimos más, millares más que, conservando la cordura, siguieron fieles a su cuarentena, apañándose con el poco pan comprado días atrás. Esos, que son la inmensa mayoría, también hoy temen por su salud y, para colmo de males, ahora son encerrados bajo la palabra “puertoplateños”, para ser encadenados, encerrados en unas fronteras de palabras soeces e insultos desproporcionados. Tal vez a esos que critican con lenguas de látigo les convenga cambiar de actitud y asumir una postura de humildad que les permita ver a esos individuos que, durante semanas, sólo han visto la arena de lejos.